Pues efectivamente, el curso llega a su fin. Ha sido un bonito reencuentro: con algunas compañeras con las que no trabajaba desde hacía tiempo, y con los estudiantes de Hong Kong. Creo que fue una de las cosas que me apenó más cuando regresé a Madrid, porque realmente el entorno consigue que enseñar aquí sea una muy buena experiencia: recursos, interés por parte de las universidades y de los estudiantes, fundamentalmente. El caso es que antes de que terminara realmente el curso (solo nos queda una clase más, antes de un test y el examen oral) decidí poner en práctica una idea que vi en el curso de formación de formadores del Instituto Cervantes para recoger feedback de los estudiantes. Utilizando la comida como metáfora, colocas cartelones de tamaño A3 por las paredes del aula. En uno recoges los aspectos positivos del curso, por lo tanto es el que recibe el nombre de «delicioso». En el siguiente les pides que escriban todas las cosas que tienen que digerir, lo que necesitan reposar y dedicar un poco más de tiempo. Por último, el «demasiado picante», el que no les gustaría que se repitiera en el curso. Casi lloro de emoción cuando he leído lo que han escrito, pero a lo mejor es que estoy con el día sensiblero…
En fin, me da mucha pena marcharme de nuevo, porque como he dicho antes, ¡se trabaja tan a gust0! Especialmente en los cursos de verano, donde no tienes la presión que se suele sentir durante los semestres. Pero en cualquier caso, ha sido un experiencia muy enriquecedora, donde de nuevo he podido disfrutar mucho con los estudiantes y aprender con ellos.